El movimiento de los indignados: lo que está ocurriendo en nuestras plazas
Hola amigos. Permitidme hoy un texto un poco largo y off-topic.
Yo nunca he sido una persona “implicada”. Voté un par de veces al alcanzar la mayoría de edad, y luego lo dejé. Por cinismo primero, por dejadez después, luego por convicción.
Tampoco me he apuntado nunca a ninguna manifestación, cacerolada, sentada, ni polladas reivindicativas varias. Nunca le vi la utilidad al asunto, y mira que en mis años universitarios hubo carretadas de protestas: fueron los años de Bush y Aznar, de Iraq, del 11M… en la casa de la risa (la facultad de Historia) la fiesta nunca terminaba.
En fin, ha llovido un poco ya desde entonces, pero mi postura, si acaso, se ha radicalizado más aún en la no-participación.
Y sin embargo…
Sin embargo, ahora está ocurriendo algo que me ha atrapado de una forma que me sorprende. De repente, resulta que en el país había mogollón de gente que pensaba igual de yo, y no lo sabía. Ni yo ni nadie, porque en el bar todos nos quejamos, pero luego todo seguía más o menos igual.
No me enteré de toda esta movida hasta el día 17 por la noche. No tengo ni Facebook ni twitter (ni ganas por ahora, lo siento), y estos días he pasado bastante de leer la prensa, por aquello de ahorrarme esta última y vergonzante campaña electoral, y aunque trabajo muy cerca de Plaza Cataluña, en Barcelona, nunca paso por ahí y yo en la inopia.
Al final encontré la noticia, y la desdeñé como otra más. Pero a lo largo de todo el miércoles quedé atrapado por las ediciones digitales de todos los diarios, sonriente ante la que se estaba liando. ¿Era posible? ¿Un movimiento de gente que, por una vez, no se quejara del otro sino de todo el montaje? ¿Un levantamiento sin siglas convencionales? ¡Eso tenía que verlo con mis propios ojos!
Ayer por la tarde, al salir del trabajo, me acerqué por fin a Plaza Cataluña. Y, amigos, lo que ahí está ocurriendo me conquistó.
LO QUE HABÍA EN PLAZA CATALUÑA
Las entradas estaban señalizadas con enormes carteles con proclamas twitteras contra los políticos y la banca en general. Dibujaron rudimentarios mapas de la plaza donde te informaban de tu posición, de los diversos puntos simbólicos (Plaza Tahrir, Islandia, etc), las mesas informativas y las diferentes comisiones: la que gestiona la comida para los acampados, la de limpieza de la plaza (que está impoluta para toda la gente que hay ahí), la de contenidos… Y aquello estaba lleno de personas de la más diversa ascendencia y filiación política. Había estudiantes, empresarios, chavales, pensionistas, amas de casa, currantes, parados, familias con perros, niños jugando con las palomas… Aquí y allá se formaban grupos de discusión espontáneos, dando lugar a una imagen desconcertante: gente corriente intercambiando opiniones políticas. ¡Había dos abuelos cabreadísimos mascullando cosas sobre las pensiones! ¡Estaban rojos por el sol y la cólera! Unas mujeres de mediana edad discutían con unos estudiantes sobre la obligación de rebelarse ante un Estado injusto y sordo, un flipadillo con unas gafas de sol molonas hacía aspavientos y gritaba a favor de una democracia participativa de verdad, volviéndose loco ante los micrófonos de la prensa. Yo me encontré, sin saber por qué, hablando de democracia y de este movimiento con un perfecto desconocido, un chaval majísimo con una mochila roja. El ambiente era festivo y alegre, pacífico. Muy sano. En muchos puntos de la plaza se formaban corros de gente sentada en el suelo, tomando notas mientras cualquiera que pasara por ahí se apuntaba y decía la suya.
LA ASAMBLEA
Hacia las diez de la noche más o menos, tras la cacerolada, empezó la Asamblea. La verdad es que fue impresionante ver a miles de personas sentándose en silencio en el suelo atendiendo a los moderadores. Establecieron un sencillo y práctico sistema de símbolos para expresar la opinión ante los oradores: un gesto de aprobación y aplaudo, uno de rechazo, y otro para indicarle al speaker en cuestión, al que se le daba un tiempo limitado, que se estaba repitiendo.
Me daba mucho miedo esa asamblea, porque ahí se había juntado de todo, lo cual implica que se escucharían muchas opiniones inteligentes, otras más emocionales, y también mucha mierda demagógica y simplista.
Pero debo decir que lo que yo vi hasta las once y media más o menos, hora a la que me fui, fue de lo más lúcido. La gente se comportó, en general, con muchísimo civismo y respeto. Hubo algún momento de tensión (a una mujer que mentó a los sindicatos un grupo se la comía, pero entre todos controlaron bien todo el asunto) pero en general esas miles de personas pudieron expresar opiniones (con palabras o con gestos) de forma ordenada. Tú ibas ahí, pedías tanda, soltabas lo tuyo y la gente aplaudía en silencio o mostraba su desacuerdo.
LOS MITOS
Y esto enlaza directamente con los mitos que se están escuchando respecto a este movimiento al que se ha llamado, entre otros nombres, “de los indignados”.
Por ejemplo, un nauseabundo artículo de La Razón sugería que un oscuro complot de extrema izquierda violenta está adueñándose secretamente de esta iniciativa ciudadana sin que lo sepamos. Bueno, ciñéndome a lo que vi allí, tengo que decir que es mentira. Durante la asamblea, subió a hablar un vejete enjuto y saleroso, y empezó a decir que los del PP estaban jodidos y que el PSOE iba a ganar de nuevo porque éramos muchos (¿?), y la reacción MASIVA de la gente fue el rechazo e incluso algunos “uhhh”. Allí nadie va a hablar de un partido o de otro. Salió un pobre hombre a explicar que existía un partido minoritario que dejaba el escaño en blanco y el sueldo lo donaban a ONGs o no sé qué, pero ni siquiera pudo terminar: a la que dijo “hay un partido” todos se pusieron en contra e incluso la moderadora le recordó que ahí no hacían mítines ni campaña de nada ni nadie. Es decir, todos los que tengáis miedo de que haya un grupo político promoviendo todo esto, pues no es necesario temer, no ocurre nada de eso. Claro que habrá grupos que se adhieran, pero lo que la gente quiere no es política convencional. A mí me encantó eso, temía decepcionarme: esto es un movimiento esencialmente nuevo, y la política convencional ensuciaría la esencia.
Otro mito es el de la violencia subversiva. Escuché un repugnante editorial del incombustible César Vidal donde decía no sólo que la extrema izquierda estaba detrás, sino que tenían formación militar en guerrilla urbana, formación que nos ha dado… ETA!!!
Claro que sí, amigos!!! Yo acabo de volver de un máster en Kale Borroka con créditos prácticos en cócktel Molotov!!!
Hay que estar loco para decir una cosa así. Lo que me preocupa es que un sector de la población reticente y desinformado se lo crea. Si esa es tu situación, por favor, ve a alguna de esas plazas y observa con tus propios ojos. Allí encontrarás un ambiente limpio y esperanzador, tranquilo, la policía ni se ve, aunque es evidente que están y que deben estar. Y lo más importante: es un lugar donde un no votante o un votante de cualquier partido (lo cual incluye PP y PSOE) puede reunirse para expresar su descontento general.
PROCLAMAS Y PROPUESTAS
¿A dónde va esto? Tenía mucho interés en oír qué se decía en la Asamblea y ver la reacción de la gente. Temía una andanada de encendidas proclamas. Las proclamas están muy bien puntualmente para caldear los ánimos, para incitarnos, pero el discurso no puede centrarse en ellas porque entonces perderemos el impulso: esto no es una manifestación contra un partido o un problema puntual (cierta reforma, o cierta tasa de paro), sino un movimiento complejo y concreto contra una forma compleja y concreta de hacer política. Si nos quedamos en las proclamas, esto morirá el domingo.
Pero no, las proclamas se espaciaron de forma elegante y natural, y entre ellas hubieron varias voces interesantes que reclamaron justo eso: concreción de objetivos. Perdurabilidad. Organización y redacción. Y todo el mundo estaba a favor de eso. Las manos alzadas fueron millares.
Y eso, compañeros, me parece una reacción natural y madura. Hemos conseguido atraer su atención. Ahora… ¿qué es lo que queremos decir?
Y en ello andan, o andamos. Pensando en todo lo que podríamos conseguir.
Yo no sé en qué acabará esto. Pero tengo una mínima esperanza: que de todo este sarao salga un fruto, dentro de un mes, o de un año, o de diez, da igual. Lo importante, lo fascinante, es que los ciudadanos españoles hemos demostrado por fin que sabemos ponernos de acuerdo en algo, que hay vida más allá de la obsoleta esquematización de izquierdas y derechas. Ese ya no es nuestro mundo.
Esta semana, los españoles hemos descubierto nuestra fuerza común.
Y eso es lo más hermoso que he visto en este país en muchísimo tiempo.
Personalmente, pienso ir hoy, pienso ir mañana, y pienso ir el domingo. Me da igual, como a casi todos, lo que diga la Junta Electoral. Sólo quiero salir a pasear junto a otras personas y hablar de la vida y de nuestra realidad. A preguntarnos qué ocurre con nosotros, con nuestro sistema político, con nuestro país, que es nuestro, no suyo.
La Junta Electoral ha hecho el ridículo prohibiendo una concentración esencialmente justa.
Si lo piensas bien, este fin de semana podemos vivir una de las más hermosas y auténticas jornadas de reflexión de la historia de nuestra democracia.
Perdonad esta digresión, pero es que yo hacía tiempo que no me sentía tan vivo.
Sólo por eso, ya me vale la pena el movimiento.
A cuidarse, amigos, un abrazo a todos.