Cómo escribir un buen Thriller...
Hola amigos. En esta sección que inauguramos hoy vamos a ir recopilando toda una sarta de novelitas muy jodidas englobadas generalmente como… THRILLER. O “Intriga y misterio” para los castellanoamantes.
Y es que estamos hablando de uno de los géneros literarios con más margen para decir chorradas que podemos encontrar hoy en día. Claro, si haces novela histórica y metes una cagada muy gorda, pierdes crédito. Con el género negro… en fin, su lector es bastante selecto, no puedes hacer el tonto. ¿Terror? Hay muy pocos realmente dotados, así que ni lo intentan, y menos sabiendo que el cine casi siempre les pasará la mano por la cara.
Pero el thriller, ahh, el thriller, eso ya es otro cantar. Porque amigo, si tú te dedicas a escribir una novela de intriga, podrás decir y hacer casi cualquier chorrada que se te pase por la cabeza, y nadie moverá un músculo para impedírtelo. Es más, yo empiezo a creer que algunas editoriales incitan las gilipolleces, ya sabes, esa política de “si vas a soltar una animalada, suéltala gorda”.
Hay una serie de elementos que un buen mal thriller no puede esquivar si quiere triunfar:
1) El Título: Debe ser impactante, intrigante, y a ser posible usando el nombre de alguna personalidad famosa. El esquema vendría a ser algo así como “El (misterio / secreto / enigma…) de (personaje histórico que te salga de los huevos)”. A todos nos viene a la cabeza El Código Da Vinci, que efectivamente es el thriller bueno-malo por antonomasia, y que ha sentado escuela en esto de los títulos Enigma-Nombre, pero no nos dejemos engañar: Dan Brown es demasiado simplón como para inventarse él solito un género. Todo esto empezó ya antes de su Código.
2) La Secta: Es fundamental que el protagonista/s sea perseguido por una secta muy jodida. A ser posible, serán masones, judíos, o templarios. Si le echas huevos hasta podrían ser cátaros. Y si no, te los inventas, y ya está, hombre, mientras les pongas algún nombre molón. Otro aspecto importante de esta Secta que elijas es que, esencialmente, son unos retrasados mentales. Porque siempre, siempre, tienen miles de años de antigüedad, llevan siglos buscando el objeto/documento perdido, y cuentan con las mejores personalidades de cada época en sus filas, amén de recursos ilimitados y sin embargo no son capaces de acercarse al objeto/documento hasta que el protagonista pone sus manos sobre ello de forma accidental.
3) La chica: Ha de haber una chica. Esto es obligado. Y al final de la novela, el prota se la tiene que enrollar. Si no, su función en la novela es inexistente, salvo sacar al protagonista de algún atolladero puntual. Y da igual que no haya habido química entre los personajes a lo largo de las cuatrocientas páginas que dura tu tostón de thriller. Da igual que todas sus conversaciones hayan sido más impersonales que una entrega de papeles del paro en la oficina de empleo: si no se la enrolla, parece que al final le falte una pieza.
4) Capítulos cortos: Otro aspecto importante, quizá no tan obligatorio como los anteriores, pero que seguro te ayudará a vender mucho. Y es que el escritor ha de considerar siempre que el lector es un subnormal que apenas llega para leerse el Marca o el Sport. ¡No le fuerces con capítulos largos! ¿Y si le reventara la cabeza? Lo idóneo son capítulos de dos-cuatro páginas como mucho, donde ocurra algo, lo que sea, aunque no tenga sentido, pero ha de pasar algo. Ni se te ocurra hacer un capítulo de transición donde los personajes sólo dialoguen entre ellos mientras van de viaje a alguna parte. ¡Mal! Haz que pase algo, y a ser posible, algo que quede pendiente al acabar el capítulo. Porque esa es otra parte importante:
5) Cliffhangers: Cuando termines tu capítulo, la acción ha de ser trepidante y quedar cortada. De esta forma crearás en el lector una verdadera adicción, un “joder, ¿qué ocurrirá?”, le verás en el metro pasando como un poseso las páginas de tu novela. Nada engancha más que una acción cuyo desenlace se interrumpe al final del capítulo de forma dramática. Y da igual que usar ese recurso durante toda una puta novela destruya la mente y el ánima sumiendo al lector en un estado de agotamiento espiritual decadente: lo importante es que no deje de leer tu novela. Si ves que ni con toda tu energía consigues hacer que pase algo interesante, da igual, deja colgada una acción, aunque sea cotidiana, de forma dramática. Tal que así: […] y entonces, con un suspiro, John levantó la tapa del retrete, sintiendo que automáticamente todos los músculos de su cuerpo se tensaban ante la visión que tenía ante él. Estaba ahí. Después de tanto tiempo buscando, estaba ahí. (Fin de capítulo). (Y ahora, inicio de capítulo, al pasar la página) Estaba ahí. Después de todo un día buscando un retrete limpio donde evacuar, John pudo descargar a gusto y pensar en todo lo que había ocurrido hasta el momento […].
6) La Iglesia: Last, but not least, la apostólica y romana no debería faltar nunca en un buen thriller. Da igual el papel que le des, desde protagonista a secundario ramplón, de buena a mala, de protectora de la Secta o del prota, de guardiana del secreto o buscadora… tu asegúrate de que la Iglesia salga por algún lado (especialmente en la contraportada, avisando de que “el objeto buscado podría destruir a la Iglesia en caso de salir a la luz”, aunque sea mentira) y tendrás asegurado un 25% más de ventas.
Estos son, a grandes rasgos, los elementos fundamentales. A partir de aquí, ya sabes, coge tu pluma o abre un nuevo documento de Word y líate la manta a la cabeza: ¡el futuro editorial es tuyo!
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