Grandes Excusas de Escritores (I)
Hola amigos! Ando en plena "promo" del libro de los cojones, así que el otro día nos hicieron una entrevista a mi editor y a mí en Radio Sant Vicenç. Estuvo la mar de bien porque Rafa y Bienve son majísimos, y había para picar unos cupcakes de morirse. Nos reímos con ganas, con Joan Eloi aprendí muchísimo sobre el funcionamiento y pensamiento editorial, y además se me ocurrió una chorrada para hacer de entradilla para el blog.
Me preguntaban por Jack London y su habilidad para el plagio. El tío, la verdad es que era un máquina, cuando encontraba en la prensa algún relato interesante, sus autores podían darse por jodidos. Pero lo mejor de él no era su desvergüenza al chorizar, sino su elegancia al escaquearse. Reconoceréis que decir "sólo me inspiré" para, acto seguido, enviarle una carta al autor del original felicitándolo por el escrito, es para cagarse.
Lo bueno es que Jack London no es el único.
Que los escritores son gente con mucho morro, eso no lo puede negar nadie. Pero también son gente con mucha inventiva, y eso da pie a situaciones delirantes cuando les pillan en un renuncio. No hace falta ni mencionar a Quevedo, ese genio y primer espada del arte de dar por culo, del que todos recordamos sus burlas a Góngora pero que empezó, también él, plagiándole.
¿Y dónde están sus sucesores?, me preguntaba. Y enseguida se me vinieron un par de casos a la cabeza, y alguno más encontré por ahí indagando en el google (si buscáis "malos escritores" salen varias páginas divertidísimas). Excusas cojonudas que glosará la crítica literaria del siglo XXII, en alguna nueva oleada de fervor por lo cutre como la que vivimos ahora.
EL HOMBRE QUE CONTABA ANÉCDOTAS LITERATURIZADAS
La primera que se me vino a la cabeza ni siquiera tenía nada que ver con un plagio, pero ha sido el caso más sonado del año, era inevitable. Me refiero, por supuesto, al circense espectáculo que se ha montado con el alegre y díscolo Sánchez Dragó. No diré nada al respecto porque el tema es delicado, pero sí me gustaría resaltar la actuación estelar del autor. En primer lugar, por meterse solito en este marrón. Que lo mismo era buscado (todos los implicados se han hecho los dolidos, aunque vete a saber) pero que ha salpicado la hostia. Y en segundo lugar por la sobria respuesta de Sánchez Dragó a las acusaciones. En las que viene a decir, primero, que aquello de las lolitas ya lo había contado antes (lo cual parece que es cierto) y nadie le había dicho nunca nada, y que en realidad no es tal como lo cuenta, sino que estaba "literaturizado". Y a mí me parece cojonudo, amigos, porque eso puedes entenderlo como te venga en gana. ¿Qué coño significa "literaturizado"? Según la RAE "literaturizar" consiste en conferir carácter literario a algo o a alguien. Es decir, que como definición, no nos sirve para una mierda. ¡Así que tendremos que descubrirlo nosotros!
Puede significar que en realidad lo hizo y que ahora lo ha puesto por escrito en un libro. La literatura autobiográfica no es menos literatura, y además tiene el plus cómico de que si ésta es la acepción correcta, la excusa del autor podríamos traducirla como "no lo hice, pero en realidad sí lo hice, cómo se te queda el cuerpo".
También puede significar que en realidad no hizo nada y que sólo ha adornado una historieta. Lo cual sería más cutre, porque entonces no estamos leyendo más que los sueños de un viejete verde como el que todos los hombres llevamos dentro. Esta otra acepción también tiene un añadido humorístico: si éste pensamiento en concreto está ficcionado... ¿pueden estarlo los demás? Se supone que la gracia del libro está en Sánchez Dragó y Boadella soltando lo que se viene llamando "verdades como puños", expresión que ya da asco de tan utilizada. Pero si no son opiniones y experiencias auténticas sino literaturizadas, ¿en qué coño queda el libro? Ni puta idea, pero oye, seguro que hasta sale alguno diciendo que es un ejercicio extremo de metaficción.
En fin, un glorioso ejemplo de cómo un escritor puede salirse por la tangente y quedarse con todos nosotros con alegría. ¡Viva la literatura!
¿Y ESTE TÍO QUIÉN ES?
En una de las páginas que antes citamos hay varios casos o supuestos casos de plagio. Uno de los que más me han llamado la atención es el de Lucía Etxebarría. Hay mucha leyenda negra sobre esta escritora, y según cuentan algunos, justificada, pero en rigor debo decir que no tengo ni puñetera idea de cómo es ella en realidad. Mi único contacto se reduce al pasado Sant Jordi, cuando se materializó en mi parada de libros como por arte de magia. Pero sonreía amigablemente antes de desaparecer, así que debería decir que es una tía majísima. Bueno, da igual. De un modo u otro, ha sido acusada varias veces de plagio. Sus salidas, por lo general son Londonianas, es decir, ella a veces encuentra material interesante y lo recicla y convierte en un producto de intertextualidad literaria. Estos palabros molan la hostia, te quedas con cara de tonto cuando los escuchas. Y hasta cuando los escribes. El caso es que cuando (¿Interviú? Creo que sí) la acusó de plagio, ella les demandó argumentando que gente más dotada (su editora, escritores amigos, etc) lo había visto bien, y que quién era ese mierda de periodista que osaba cuestionar la sensibilidad artística de esas personas. ¡Con dos cojones! Sólo faltaba ahí un sicario que le escupiera en el ojo al desgraciado. Y es que ya lo decía Tolkien: hoy en día sólo hay hombres menores, y de la vieja raza de los reyes, de esos Hombres Mayores, más sabios y mejores, quedan poquísimos.
Coñas aparte, yo no sé qué pensar sobre este asunto. Mira a Houllebecq: le pillaron copiando trozos de la Wikipedia, él lo admitió elegantemente, asumiéndolo como parte de su trabajo creativo, y ahora le han dado el Goncourt. A lo mejor sí que es verdad que en esto de la literatura sólo pueden hablar los entendidos. ¡Quién sabe!
NO, LA CULPA ES DE MI CUÑADO
Pero sin duda, la más divertida (a la par que estúpida) excusa literaria de la última década se la debemos a la superlativa Ana Rosa Quintana.
Para el que no recuerde bien cómo fue la cosa, a esta mujer se le ocurrió escribir un libro llamado "Sabor a hiel". El tema por lo visto era como muy escabroso, con el problema del maltrato de fondo. Pero entonces, ¡ah! Alguien se dio cuenta de que varios párrafos eran literalmente copiados de Danielle Steele. ¡Toma ya! Ojo, a mí me parece bien. Si vas a plagiar, al menos plagia a alguien con calidad o gancho literario, ¿no? ¿Pa qué vas a plagiar a un torpe? La contrapartida es que es fácil que te pillen rápido, claro. Así fue, y enseguida aparecieron más fragmentos copiados: de Colleen McCullough, de Ángeles Mastretta... Los medios se le tiraron a la yugular, tú dirás, Planeta retiró el libro, y al final ella se destapó con unas impresionantes declaraciones, en las que básicamente escurrió el bulto y le echó la culpa a su ex-cuñado. ¡Viva la familia política! AR sazonó sus ya de por sí jugosas palabras con otras revelaciones sobre el proceso de creación artística, esto es, que como era su primera novela y la cosa resultaba larga y cansada, ese cuñado la ayudó a escribirla, aunque la idea original era suya. Vamos, que le dio el libro al muchacho para que hiciera cuatro retoques. Pero el muchacho lo que quería era irse a tomar unas cañas, así que cortó unos párrafos aquí y allá, los coló en medio de la novela, y ala, a tomar por culo. Menudo marronazo le dejó a su cuñada.
La soberbia declaración de AR echándole la mierda a su cuñado es un ejemplo de manual de cómo dinamitar tu carrera literaria sin posibilidad de salvación. No sólo admitió que es cierto lo de los fragmentos robados (¡PLAGIO!) sino que acusó de ello a un colaborador desinteresado (¡TRAICIÓN!) que al parecer le escribía partes del libro (¡NEGRERISMO!). En algunos medios incluso se hizo cachondeo con la posibilidad de que AR ni siquiera le echara un ojo a las galeradas definitivas, pero yo ya no hurgaría tanto. A fin de cuentas, ¿por qué iba ella a reconocer un párrafo escrito por Danielle Steele? ¡Si a lo mejor no la ha leído en su vida!
Moraleja: si vas a escribir un libro, mejor que lo hagas tú solo.
Ya hemos visto que, amparándose en galimatías incomprensibles sobre la creación literaria, un escritor con jeta y oficio puede sobrevivir a cualquier acusación desagradable.
Pero como ni siquiera sepas qué coño pone en ese libro que se supone que has escrito... bueno, entonces estás jodido.
A cuidarse, amigos!